El actor, director y cantante tuvo su época de apogeo en los 50 y 60 y una década más tarde padeció la crueldad de la industria; en 1976 fue asesinado a los 37 años en misteriosas circunstancias

La madre de Salvatore Mineo Jr., Josephine, solo quería ver actuar a su pequeño hijo. Por lo tanto, a muy temprana edad, lo inscribió en una escuela de danza e interpretación donde Sal cautivó a sus profesores fruto de su carisma. No tuvo que aguardar demasiado tiempo para empezar a protagonizar obras de Tennessee Williams y encontrar en el teatro el espacio ideal para desarrollar su vocación.

Con la celeridad con la que estaba avanzando su carrera también llegaban diferentes propuestas, desde el programa musical de la ABC Jukebox Jury a su primer papel en cine en la película noir de 1955 El robo del siglo, dirigida por Joseph Pevney. El mismo año en que audicionó para el rol de Jerry lo hizo para el de Sylvester Dusik en La guerra secreta del mayor Benson, donde trabajó nada menos que con Charlton Heston y, también en 1955, formaría parte del film que cambiaría su vida: Rebelde sin causa, de Nicholas Ray.

En el largometraje protagonizado por James Dean y Natalie WoodMineo interpretó a John “Plato” Crawford y obtuvo una nominación al Oscar como mejor actor de reparto. Tenía tan solo 17 años. La fama lo alcanzó de inmediato, como a su amigo James Dean. Mineo, ese niño del Bronx que recibió el apoyo familiar para enfocarse en las artes, no solo era un artista consumado en su adolescencia sino una estrella de Hollywood. Esa fama vino con un costo: el acoso de la prensa, la invasión a su vida privada y la manera en la que paulatinamente fue bajado de ese pedestal en el que se encontraba. Sin embargo, él nunca desviaba su atención de lo que consideraba verdaderamente importante: personificar una variedad de roles que lo erigieran como una figura versátil.

De esta forma, buscó correrse del estereotipo de adolescente problemático en el que lo habían encasillado. En 1956 volvió a trabajar nuevamente con Dean en Gigante, pero el personaje que lo cimentó como un actor a respetar fue el de Dov Landau, un sobreviviente del Holocausto, en Éxodo, el drama histórico de Otto Preminger por el que recibió su segunda nominación al Oscar y por el que obtuvo el Globo de Oro. Posteriormente declararía que ser dirigido por Preminger fue uno de los episodios más satisfactorios de su vida.

En paralelo, Mineo intentaba no descuidar sus apariciones en producciones televisivas, en ficciones como Combat! y Run for Your Life, pero algo estaba cambiando. Él mismo lo notó y lo expresó a la prensa: “En un momento tenía más ofertas de trabajo de las que podía manejar y de repente no me quería nadie”. En efecto, el actor comenzó a ser rechazado para protagonizar largometrajes, incluso cuando había tenido muy buenas audiciones, como la de Lawrence de Arabia.

De acuerdo a los reportes de la época, el actor, quien era bisexual, padecía la homofobia de Hollywood en nada menos que el mejor momento de su carrera. Mineo, quien era muy franco en sus entrevistas respecto de sus relaciones (estuvo comprometido con la actriz de Éxodo, Jill Haworth), se negaba a creerlo cuando un periodista le preguntó si el inexplicable rumbo que había tomado su vida profesional se debía a lo que acontecía puertas adentro. “A veces lo dudo… Pero no sé, quizá sí”, manifestó el actor. “No me molesta que haya rumores sobre eso igual”, aclaró y explicó el motivo: “¿Por qué debería ofenderme que digan que soy bisexual? Siento que muchas personas lo son”.

Con total certeza, Hollywood no estaba habituado a figuras tan cándidas como lo era Mineo, un actor que no solo no quería ser encasillado en su trabajo: tampoco creía en las etiquetas para su orientación sexual. Sin embargo, en un Hollywood donde una estrella como Rock Hudson también sufrió los embates de una industria impiadosa, Mineo no fue la excepción a la regla y lentamente fue desapareciendo de esa clase de películas que lo catapultaron a la fama.

Su personalidad avasallante y temeraria fue lo que lo mantuvo en movimiento, lo que no lo dejó angustiarse por el brusco cambio. En 1969 volvió a su primer amor, el teatro, en ese caso como director de la obra de temática gay Fortune and Men’s Eyes, y de la ópera de Gian Carlo Menotti La médium. Mineo, quien ya había demostrado su talento para el canto en la biopic Los tambores hablan sobre el famoso baterista Gene Krupa y con el lanzamiento de un disco, sintió que regresar a las fuentes, a los escenarios donde de pequeño actuó junto a Yul Brynner en El rey y yo, era la apuesta correcta.

Aunque Mineo no volvió a los musicales, sí deslumbró con su actuación cómica en la obra P.S. Your Cat Is Dead, estrenada en San Francisco. En 1976, volvió a Los Ángeles con dicha puesta cuando, al regreso de un ensayo, y mientras estacionaba su auto en un complejo de departamentos de West Hollywood, fue acuchillado. Murió a los 37 años.

La trágica noche y una desgarradora súplica

El 12 de febrero de 1976, en una noche en la que reinaba la calma, los vecinos de Mineo escucharon un grito desgarrador seguido de una súplica. “¡No, no! ¡Por favor, que alguien me ayude!”, exclamó el actor, según un informe de Los Angeles Times. Uno de los vecinos salió rápidamente a ver lo que estaba sucediendo y se encontró con Mineo en el piso, desangrándose, intentó reanimarlo sin éxito y, en brazos de ese desconocido, perdió la vida. Tras su muerte, la investigación estuvo plagada de interrogantes, no solo respecto de la identidad del asesino sino también al móvil de su accionar.

El Departamento del Sheriff de Los Ángeles comenzó a brindar declaraciones a la prensa que vinculaban la tragedia con la sexualidad del actor, por lo que empezaron a considerar la hipótesis de que se trató de un crimen de odio. Mientras la investigación seguía su curso, el funeral de Mineo se llevaba a cabo en Mamaroneck, un pueblo ubicado en el condado de Westchester, en Nueva York. Doscientas cincuenta personas acudieron al lugar para darle el último adiós y sus padres decidieron trasladar sus restos al cementerio Gate of Heaven de Hawthorne. Entre las personas que lloraron su triste partida se encontraba el actor Courtney Burr III, con quien Mineo estaba en pareja desde hacía seis años.

Dos semanas después de su muerte, la policía arrestó a Lionel Ray Williams, un joven de 19 años, por un robo que parecía no tener relación con el asesinato del actor de Rebelde sin causaAl ser interrogado, Williams aludió al crimen de Mineo y contó que este fue asesinado por “un intercambio de drogas que salió mal” para desviar la atención. La policía puso en duda su declaración y en mayo de 1977 la propia esposa del joven, Theresa, contó lo que había visto la noche del 12 de febrero de 1976. Su marido llegó cubierto de sangre, le confesó que había apuñalado a un hombre y, cuando vio la foto de Mineo en el diario, le comentó: “Ese es el tipo al que maté”.

Aunque el crimen motivado por el odio seguía siendo la hipótesis más fuerte (sobre todo porque Williams había dejado la billetera y el reloj del actor en la escena del crimen), tiempo después se confirmó que el asesino no tuvo tiempo de recoger las pertenencias cuando el grito de Mineo fue escuchado por los vecinos, lo que propulsó su huida inmediata. El caso estuvo revestido de dudas desde el primer minuto, ya que los testigos que lo vieron escaparse aseguraron que era un hombre de cabello rubio, a diferencia de Lionel. Sin embargo, luego se corroboró que el individuo al que vieron era un habitante de la zona. Un jurado condenó a Williams, en marzo de 1979, a 51 años de prisión. En 1990, el exrepartidor de pizza, que tenía antecendentes de robo, salió en libertad condicional, lo que generó un ruidoso repudio.

“Su arte, lo que ha creado, va a permanecer y nada, ni una persona, ni el paso del tiempo, le arrebatarán eso que ha logrado”, había manifestado su cuñado, Chip Meyers, en el funeral del actor que encontró la muerte de forma violenta, como esos primeros personajes que interpretó que lo llevaron al reconocimiento, tan solo una muestra de su enorme potencial. “A mí me encanta trabajar”, contaba Mineo en una entrevista que concedió cuatro años antes de su muerte, cuando Hollywood ya le había dado la espalda. “Trabajar me hace mostrar de qué estoy hecho, y eso es un desafío. Esta industria es responsable de muchas cosas, pero yo siempre amé ser parte del mundo del entretenimiento. Jamás buscaría hacer otra cosa, conozco mucha gente que dejó su pasión y que no es feliz, no quiero eso para mi vida”, expresaba.

f: La Nacion