La población mundial creció en el último cuarto de siglo a un ritmo promedio del 1,2% anual hasta rozar los 8.000 millones de habitantes.

La tendencia fue similar en América Latina, que ya supera los 600 millones.

Excepto en casos de guerra u otros extremos, no es habitual que en un lapso de 25 años la población de un país se estanque o incluso decrezca.

Pero Cuba no es un país normal.

La isla superó en 1984 la barrera de los 10 millones de habitantes, en 1997 la de los 11 millones y, tras algunos altibajos, el último dato de 2021 es de 11,1 millones.

Natalidad, mortalidad y pobreza

Cuba registró en 2021 el número más bajo de nacimientos, 99.096, y la mayor cifra de fallecimientos, 167.645, de las últimas seis décadas.

Aunque el número de muertes está abultado por la letal ola de covid que afectó al país, las cifras de nacimientos confirman una pronunciada tendencia a la baja que viene de años atrás.

Hoy la tasa de fecundidad total es de 1,45 hijos por mujer, muy por debajo de la de reemplazo y también del promedio de 2 en América Latina según datos del Banco Mundial.

Esta tendencia se produce en un momento de crisis extrema en Cuba, donde escasean los alimentos, medicinas, productos sanitarios y otros bienes básicos.

Albizu-Campos cree que en la isla se está produciendo lo que algunos académicos llaman el «malthusianismo de la pobreza».

«En Cuba hasta 3 o 4 generaciones conviven en una misma vivienda y además escasean los alimentos. Así, la primera pregunta que se hace una pareja joven cuando quiere tener un hijo es ¿dónde lo voy a poner?; y una vez resuelto eso, ¿qué le voy a dar de comer?«.

Es decir, hoy las cubanas perciben el nacimiento de un hijo adicional como un riesgo real para los que ya están en la familia.

Cuando esta situación se sostiene en el tiempo, apunta, «termina transformando el patrón reproductivo y las mujeres protagonizan una caída del nivel de fecundidad, como ocurrió en el período especial».

El período especial fue la crisis extrema que se produjo en Cuba tras la caída de la URSS en la década de los 1990, con una situación de escasez generalizada que muchos comparan con la actual.

«En el período especial el número de hijos por mujer bajó de 1,8 a 1,6 y, al ser una crisis mantenida en el tiempo, modificó el patrón reproductivo de la sociedad cubana», indica Albizu-Campos.

La doctora en sociología Elaine Acosta, investigadora asociada de la Universidad Internacional de Florida, destaca que Cuba «encabeza los procesos de envejecimiento en América Latina» por su pirámide demográfica más parecida a la de un país europeo.

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«Incluso en comparación con lo experimentado en las sociedades europeas, ha sido más vertiginoso el salto producido en Cuba entre 1970 y la actualidad, donde la población de edades avanzadas pasó de representar un 9% del total al 20%», afirma.

Considera, sin embargo, problemática la combinación, en los últimos 25 años, de una pirámide de población similar a la de un país desarrollado con el paulatino deterioro de los niveles de bienestar y de desarrollo humano.

Esto último, asegura, no solo ha contribuido a reducir la fecundidad, sino también ha fomentado otro de los factores que explican el estancamiento poblacional en la isla: la emigración.

Se estima que casi un millón de cubanos han abandonado su país en los últimos 25 años.

De ellos, más de 800.000 han emigrado a Estados Unidos, según los registros oficiales de este país.

El flujo venía oscilando entre 30.000 y 70.000 migraciones por año hasta la pandemia, pero soloen los primeros nueve meses de 2022 llegaron 200.000 cubanos al país norteamericano, un máximo histórico que supera al de anteriores éxodos masivos como el del Mariel en 1980 o la crisis de los balseros durante el período especial.

«El aumento descontrolado de la inflación, la disminución del valor real de los salarios y pensiones, la inseguridad alimentaria, el déficit de medicamentos y el deterioro de la vivienda, entre otros, han reducido los niveles de bienestar a mínimos similares a los del periodo especial, pero con menores niveles de protección social y en un ambiente de mayor tensión política y malestar ciudadano», explica la socióloga.

«Todo esto termina influyendo en que miles de jóvenes e incluso personas mayores se sumen a la estampida migratoria que se reinició cuando se abrieron los vuelos en noviembre de 2021″, sentencia.

f: BBC