En el momento de la coronación de Carlos III como rey, el arzobispo de Canterbury, quien ocupa el cargo de la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra, fue el encargado de realizar la ceremonia. En este caso, la tarea recae en Justin Welby. El arzobispo es la figura que tiene el poder de coronar y ungir al nuevo rey, ya que ocupa el segundo lugar en la línea sucesoria al trono, después de los príncipes de sangre real.
Carlos no se convirtió en rey el día que murió Isabel II porque la tradición real británica establece un período de luto y un tiempo para organizar la ceremonia de coronación del nuevo monarca. Esta tradición se remonta al siglo XIX y se considera un signo de respeto hacia el monarca anterior. En la actualidad, el período de luto no está tan estrictamente establecido, pero sigue siendo una práctica común. Después de 240 días de luto, Carlos fue coronado como el nuevo rey del Reino Unido.
Durante la ceremonia de coronación, el arzobispo de Canterbury presento oficialmente al nuevo rey ante los participantes y les pregunta si están dispuestos a prestarle fidelidad y servicio. Una vez que los presentes aclaman al nuevo monarca, se procedió a tomarle juramento.
Después de completar una serie de rituales tradicionales, el arzobispo de Canterbury colocó sobre la cabeza de Carlos la corona de San Eduardo, que fue creada en 1661 para el rey Carlos II.
Una vez concluida la ceremonia de coronación, Carlos III se trasladó al Palacio de Buckingham, donde saludo a la multitud desde el balcón, una tradición que ha sido realizada por los monarcas británicos en varias ocasiones importantes. Este es un momento muy esperado por el público, ya que les brinda la oportunidad de ver al nuevo rey y celebrar su ascenso al trono.