La inflación en Argentina ha alcanzado niveles preocupantes, con un IPC de aproximadamente 11% en agosto, el más alto en más de 32 años. Esto ha llevado a una rápida transmisión de los aumentos de costos a los precios finales, lo que se conoce como «pass through». A diferencia de la crisis de 2002, donde hubo un retraso en el impacto en el índice, esta vez los precios se ajustan casi automáticamente. La devaluación del peso en agosto, que llevó a un salto del dólar del 22%, exacerbó aún más la inflación.

Se espera que la inflación de septiembre sea aún más alta que la de agosto debido al arrastre de los aumentos del mes anterior. Los precios de los alimentos, la indumentaria y los productos importados han aumentado significativamente, y las medidas de congelación de precios regulados no son suficientes para contrarrestar estos aumentos.

La devaluación del peso también ha llevado a un menor consumo y menos inversiones, lo que podría enfriar la economía en septiembre. Además, el FMI ha pedido un drástico recorte en las importaciones para acumular reservas en el Banco Central, lo que podría aumentar aún más los precios de los productos importados.