Anoche, Javier Milei apenas durmió tres horas. El resto del tiempo lo dedicó a reflexionar sobre los acontecimientos políticos que llevaron al fracaso de la sesión destinada a aprobar la Ley Ómnibus. El presidente estaba de mal humor y se sentía traicionado por lo que percibía como una oscura intriga palaciega.

Utilizando una lógica binaria en su análisis político, Milei compartió sus críticas sin tapujos con un grupo de veinte empresarios convocados por la organización Fuente Latina en un salón del histórico hotel King David en Jerusalén. En primera fila estaban la canciller Diana Mondino, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, y el futuro embajador en Israel, Axel Wahnish, quienes presenciaron su desahogo político.

Milei comenzó su disertación ante los empresarios comentando sobre la sesión de la Cámara de Diputados, donde acusó a la «casta política» de sabotear la Ley Ómnibus. Según él, la razón del sabotaje fue la reducción drástica de las partidas discrecionales a las provincias, lo que generó la traición de los gobernadores interesados ​​en mantener sus privilegios.

Sus palabras resonaron entre los presentes, y el Presidente aprovechó el momento de silencio para lanzar una crítica más amplia, dirigida hacia aquellos que votan en contra de las reformas sociales y económicas. Según él, estos «progresistas de izquierda» hablan mucho sobre la ayuda a los pobres pero solo perpetúan la pobreza.

Milei también describió la difícil situación social y económica que heredó del gobierno anterior, señalando que a pesar de que Argentina es considerada uno de los países más ricos, la tasa de pobreza es alarmantemente alta, con dos de cada tres niños viviendo en situación de pobreza. .