Entre el lunes 12 y el miércoles 14 de febrero, tuvo lugar la 29ª Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida (PAV) en el Vaticano, con la participación de más de 150 destacados académicos de algunas de las universidades más reconocidas a nivel mundial. El bioeticista argentino Fishel Szlajen, quien es miembro titular de esta academia desde 2017, formó parte de esta reunión presidida por el papa Francisco, quien además nombró a la profesora Katalin Karikò, reciente Premio Nobel de Medicina (2023), como nueva integrante de la institución.

Bajo el tema “Ser Humano: significados y desafíos”, se congregaron filósofos, teólogos, antropólogos, biólogos, neurocientíficos, sociólogos, economistas, tecnólogos, físicos y representantes de diversos organismos internacionales relacionados con la bioética para exponer, debatir y llegar a conclusiones.

La Pontificia Academia para la Vida, establecida por el papa Juan Pablo II en 1994, es reconocida como la máxima autoridad internacional en materia de bioética. Este reconocimiento no solo se debe a la destacada lista de académicos transdisciplinarios de renombre internacional que la componen, sino también a la importancia de sus documentos y acuerdos con las principales instituciones internacionales en políticas relacionadas con la bioética, la biomedicina, la biotecnología y el bioderecho.

Entre los asistentes destacados estuvo el renombrado bioeticista argentino Fishel Szlajen, quien es rabino, doctor en filosofía y posee un posdoctorado en bioética. En una entrevista con Infobae, Szlajen abordó el tema central de la convención, resumiéndolo como “la redefinición y moldeamiento de la identidad humana en el diálogo entre el ser y la tecnociencia, junto con las emergentes reflexiones éticas transdisciplinares, además de las nuevas perspectivas sobre las interrogantes fundamentales acerca del significado y propósito de la existencia humana”.

El doctor Fishel Szlajen, primer rabino en ser designado como miembro titular de la Pontificia Academia para la Vida, explicó a este medio que “la era tecnocientífica, caracterizada por la omnipresente computación, las redes sociales, la inteligencia artificial y la convergencia tecnológica, que alcanza su cúspide en la hibridación orgánica-cibernética, la edición genética y la neurotecnología con implantes cerebrales, desencadena un diálogo complejo con la identidad humana, además de la necesidad de un enfoque ético que respete la dignidad humana”. Y en la misma línea, añadió: “La coevolución entre la humanidad y la tecnología nos desafía a reflexionar no solo sobre quiénes somos, sino sobre quiénes aspiramos a ser. En la actualidad, la tecnociencia ha alcanzado un nivel sin precedentes y con perspectivas aún mayores, transformando significativamente la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Este fenómeno, conocido por muchos como la cuarta revolución industrial, plantea una serie de desafíos fundamentales para la humanidad”.