En su primer discurso como presidente de Estados Unidos, Donald Trump declaró la frontera sur con México como una «situación de emergencia nacional» y anunció un conjunto de medidas enfocadas en combatir la inmigración ilegal y el narcotráfico. Trump afirmó que enviará tropas a reforzar la frontera y aseguró que todas las entradas ilegales serán detenidas de inmediato, mientras se implementa un plan para devolver a millones de inmigrantes indocumentados a sus países de origen.
El presidente también confirmó la reinstauración de la medida conocida como «permanecer en México», que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano durante el proceso de sus casos, y eliminó la práctica de «capturar y liberar». Según Trump, estas políticas son necesarias para detener lo que describió como una «invasión desastrosa» en la frontera sur.
Por otra parte, anunció una ofensiva directa contra los cárteles de la droga, declarando que serán designados como organizaciones terroristas internacionales. Trump prometió utilizar todas las fuerzas del orden para erradicar la presencia de pandillas y delincuentes que alimentan el delito en Estados Unidos.
Estas medidas, que incluyen la militarización de la frontera y el endurecimiento de las políticas migratorias, han generado gran controversia, especialmente por su impacto potencial en las relaciones con México y otros países de la región. Sin embargo, Trump defendió sus acciones como indispensables para proteger la seguridad y la soberanía del país, subrayando que no permitirá que Estados Unidos vuelva a ser «abusado».
Aunque los partidarios del presidente consideran estas decisiones como un paso necesario para salvaguardar la nación, los críticos advierten que podrían intensificar las tensiones diplomáticas y tener consecuencias humanitarias graves en la frontera sur. Trump, no obstante, reafirmó su postura y aseguró que estas medidas buscan poner fin a años de políticas ineficientes y garantizar el bienestar de los ciudadanos estadounidenses.