La reciente crisis política en Corea del Sur, desatada por la declaración de la ley marcial y su posterior revocación, ha generado incertidumbre sobre el futuro de un aliado clave de los Estados Unidos en el sudeste asiático. El cierre del Parlamento y la suspensión de actividades políticas tomaron por sorpresa a Washington, especialmente en un contexto de crecientes lazos entre Rusia y Corea del Norte, que incluyen un pacto militar y el envío de tropas norcoreanas a la guerra en Ucrania.
Desde el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca se expresó preocupación por los acontecimientos, señalando que Estados Unidos no fue informado previamente de la declaración de emergencia. Poco después, el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol se vio obligado a retirar la medida tras protestas masivas y la presión internacional liderada por el presidente Joe Biden. Este escenario plantea serios riesgos, no solo para la democracia surcoreana, sino también para la estabilidad de la península coreana y las relaciones estratégicas en la región.
Yoon justificó inicialmente la declaración de la ley marcial argumentando que la oposición, a la que vinculó con «fuerzas comunistas» de Corea del Norte, buscaba desestabilizar al país. Sin embargo, la Asamblea Nacional aprobó una resolución exigiendo la revocación de la medida, lo que obligó al mandatario a retroceder.
Corea del Sur tiene antecedentes de leyes marciales en su historia reciente, en particular durante los regímenes autoritarios de Park Chung-hee en 1972 y Chun Doo-hwan en 1980. En este último caso, se registró la masacre de civiles en Gwangju. La actual crisis pone en evidencia tres factores principales que amenazan la continuidad de Yoon: las tensiones con Corea del Norte, el debilitamiento de su gobierno y los conflictos presupuestarios.
La península coreana sigue siendo un foco de tensión global debido a las amenazas nucleares de Kim Jong-un y la alianza estratégica entre Moscú y Pyongyang. En este contexto, la debilidad del gobierno surcoreano podría desatar una crisis aún más grave en la región. Además, el presidente enfrenta niveles críticos de popularidad y una fuerte oposición en el Parlamento, dominado por el Partido Democrático. A esto se suma el conflicto por el presupuesto de 2025, que según Yoon, paraliza las funciones esenciales del gobierno.
La situación surcoreana plantea un desafío urgente tanto para el propio país como para sus aliados internacionales, con el equilibrio de la península coreana y la seguridad regional en juego.