En el segundo debate presidencial, Sergio Massa mantuvo su estrategia de mantener una postura propositiva y alejada del gobierno actual. El candidato se preparó y ensayó su discurso para este debate, sabiendo que sería blanco de críticas. Aunque esperaban un mejor rendimiento, creen que cumplió en presentar su propia agenda y evitar provocaciones. Sin embargo, tuvo dificultades al contrastar temas económicos, ya que fue responsable de las críticas en este ámbito. Patricia Bullrich, Juan Schiaretti y Myriam Bregman lo eligieron en varias ocasiones para derechos a réplica, buscando polarizar el debate.

A pesar de las críticas, fue el único candidato que se dirigió constantemente al público y presentó propuestas concretas. Su intervención final, al ser el último en hablar, le dio la ventaja de no ser refutado por otros candidatos posteriormente. Aunque no brilló, su capacidad para sortear las críticas se considera un aspecto positivo en su desempeño.